CUENTOS Héroes olvidados: Jean Campiche
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Vivimos en una época en la que el automovilismo retransmite hasta el último detalle de cada carrera. Nuestras pantallas se llenan de confeti estadístico. Milisegundos, pequeños iconos de cronómetros, palabras y cifras parpadean y aparecen constantemente ante nuestros ojos. Pero empecemos de cero. Intentemos imaginar una época en la que el cronometraje no existía realmente. ¿Cómo y cuándo se vinculó un deporte basado en la velocidad pura con el concepto crucial del tiempo? El tiempo solía medirse durante las carreras, pero ¿cómo y cuándo se convirtió la precisión en un aspecto tan valioso y vital? ¿Cómo y cuándo se convirtió el cronometraje en una forma de arte? Gran parte de su evolución comenzó bajo la atenta mirada de algunos héroes desconocidos. Personas como Jean Campiche, que utilizó la tecnología para transformar el cronometraje y el automovilismo para siempre. Campiche ayudó a algunos de los equipos más legendarios de la Fórmula 1 a dominar los circuitos en las décadas de 1970 y 1980. Esta es la historia de un cronometrador que demostró que el tiempo es esencial durante las carreras.
Los primeros años
La historia original de Campiche no es la que podríamos esperar… Tras licenciarse como ingeniero electrónico en Lausana, se dedicó a su verdadera pasión: las carreras de motos. Compitió en los campeonatos mundiales hasta 1972. Ese era el mayor nivel de este tipo de carreras en la época. Pero este nuevo y emocionante mundo llegó a ser un lastre. Tras 6 años de carreras, financiando su pasión y superando pequeñas lesiones, Campiche llegó a la línea de meta con una sensación de completa realización. Era el momento del cambio.
Jean Campiche en Mónaco, 1974
El otro lado de la pista
En 1973, Campiche se encontró al otro lado del circuito con un cronógrafo en la mano. Había conseguido un empleo en Heuer, el pionero relojero suizo. Con él combinaba sus dos pasiones, la velocidad y la electrónica. Heuer contrató a Campiche a petición del legendario Enzo Ferrari. El ferozmente competitivo Ferrari quería obtener mediciones independientes en su circuito privado de Fiorano. Deseaba mejorar y optimizar sus coches, y el cronometraje se convirtió en parte integral del proceso. Heuer equipó el circuito con 45 fotocélulas. Esto facilitó la medición de todos los tiempos, especialmente los de aceleración y frenado. En aquella época, el cronometraje oficial de la mayoría de formatos de carreras no era demasiado fiable. Los tiempos llegaban muchos minutos después de cada acción, y los registros estaban plagados de errores.
Cada escudería tenía su propio cronometrador. “Era crucial no cometer errores a pesar del número de coches. Si se olvidaba una vuelta, el piloto podía quedarse sin combustible”, recuerda Campiche. Por eso, siempre llevaba consigo un dispositivo de cronometraje electrónico de Heuer. Con él, elaboró los registros de los coches de Ferrari con mayor claridad y precisión que los cronometradores oficiales, llegando a revisar sus tiempos. El cronometraje tenía que cambiar, y Campiche se aseguró de ello.
De cronometrador a maestro del tiempo
Al adoptar las innovaciones de Heuer, Campiche contribuyó a cambiar el modo en que se medía el tiempo en los deportes de motor. Durante las décadas posteriores, empleó diferentes tipos de tecnología (cronómetros, ordenadores, teclados y equipos de radio) para llevar a Ferrari, y al deporte, a nuevas cotas. Contribuyó al desarrollo de los transpondedores, que se acoplaban a los coches para mejorar la precisión de los tiempos de carrera y clasificación. Pasó del deporte de resistencia a la Fórmula 1 e incluso la Indy.
Ahora, el automovilismo no puede prescindir de un buen cronometraje. De hecho, el cronometraje de la Fórmula 1 se considera el más preciso del mundo. Sus sistemas están directamente conectados a una red de relojes atómicos que funcionan con una precisión de una milmillonésima de segundo. Sin el cronometraje, las carreras no serían tan emocionantes como lo son en la actualidad. La diferencia entre la derrota y la victoria se ha reducido a microsegundos. Y todo gracias a héroes desconocidos como Jean Campiche.