CUENTOS Tras la pista de los grandes de la Carrera Panamericana al volante de un Porsche 718 RSK

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La promesa del automovilismo Arthur Mathieu nos llevó al volante del Porsche 718 RSK de su padre para celebrar el 60 aniversario de la colección TAG Heuer Carrera. La historia de este coche de época está estrechamente ligada a la de la emblemática Carrera Panamericana mexicana.

La leyenda de esta carrera sigue viva gracias a Porsche y TAG Heuer.

“Cuando estás en la carretera, sientes que este coche está creado para correr”. A sus 19 años, Arthur Mathieu es el piloto más joven de la Carrera Cup France, y es la segunda vez que se pone al volante de este Porsche 718 RSK. Explica que, al volante, “también tenemos que centrarnos en los demás coches y no solo en nuestra forma de conducir. Tenemos que estar a la vista, justo en medio de la carretera, para recordar a la gente que existimos, porque este coche es tan bajo y ligero que, cuando nos acercamos por detrás de los todoterrenos, nos oyen pero no nos ven”, dice sonriendo.

De hecho, este modelo representa el broche de oro a años de participación de Porsche en competiciones automovilísticas. Se creó en 1958, año en el que solo se fabricaron 32 ejemplares. Para Arthur, poder conducirlo es “sin duda, una experiencia excepcional. Tenemos que ser conscientes de lo afortunados que somos, que formamos parte de la historia”.

La emblemática Panamericana

Este coche pertenece a su padre, un apasionado coleccionista de Porsche, que lo compró hace diez años. En su día lo condujo Ricardo, uno de los hermanos Rodríguez, los famosos pilotos mexicanos que corrieron varias veces en la legendaria Carrera Panamericana.

“Cuando era niño, mi padre me hablaba siempre de ella”, recuerda Arthur, que creció con la leyenda de la Carrera Panamericana. Organizada por primera vez en 1950, recorría México de norte a sur a lo largo más de 3300 km. El objetivo era completar el rali en menos de una semana, a un ritmo vertiginoso, por carreteras sinuosas y estrechas bajo un calor abrasador.

Arthur, que se imagina a sí mismo viajando en el tiempo y participando en la carrera, nos contagia su entusiasmo: “¡La adrenalina debía ser brutal! En este tipo de carreras, nunca puedes predecir la siguiente curva. Hay que tener una memoria excepcional para recordar un trayecto tan largo. Por no hablar de las condiciones meteorológicas o de las variaciones de la carretera… Todo tiene que hacerse en el último minuto”. Estos ajustes de última hora debieron de ser aún más decisivos durante la carrera original, ya que las condiciones de México en los años 50 distaban mucho de las que conocemos ahora en Europa.

Una carrera tan épica como peligrosa

La Carrera Panamericana es una de las carreras más peligrosas del mundo. Las normas de seguridad de la época eran muy limitadas: no había cinturones de seguridad en los coches, la protección en las carreteras era mínima… Se producían accidentes graves e, incluso, mortales. Cada año se ponía a prueba la entereza de cientos de pilotos experimentados. La Panamericana se ganó una reputación desde el principio.

Tan solo tres años después de la carrera inaugural, los mejores pilotos del mundo hacían cola para participar. Los fabricantes de automóviles crearon modelos excepcionales para el evento y, por supuesto, Porsche se subió al carro. En 1954, el piloto alemán Hans Herrman ganó la Carrera Panamericana, conduciendo un Porsche Spyder 550 con una velocidad media de 157,12 km/h, un récord para la época.

“Hans Herrman debía de tener unos brazos muy fuertes para ganarla”, dice Arthur, asombrado. Sin duda, Herrman entró en la historia del automovilismo, sobre todo porque al año siguiente, en 1955, se canceló la Carrera Panamericana. La decisión se tomó tras un terrible accidente durante las 24 horas de Le Mans, que se saldó con 87 muertos. Ante el temor de que pudiera ocurrir lo mismo durante la Panamericana, las autoridades mexicanas la cancelaron.

La prueba volvió a celebrarse en 1988, en forma de rali de coches de época fabricados antes de 1955, pero, como explica Arthur: “La carrera es diferente hoy en día”. Incluso si hoy se reprodujera exactamente el recorrido, “tanto los automóviles como la ingeniería han evolucionado tanto desde entonces que el desafío de la Carrera Panamericana ya no es el mismo”.

Una leyenda viva

Arthur conoce la historia y el valor del 718 RSK de su padre. Este modelo sucedió de inmediato al Porsche Spyder 550, el que ganó la Panamericana en 1954. El piloto nos cuenta que el automóvil, diseñado unos años más tarde para correr las 24 horas de Le Mans, “ganaba todas las competiciones en las que participaba, por lo que se le conocía como ¡el “Giant Killer”!”.

Arthur no es coleccionista, al fin y al cabo solo tiene 19 años. Gracias a su profesión, ha dado rienda suelta a su pasión de la infancia por Porsche y su historia: “Mi amor por la historia de Porsche despertó mi pasión por el automovilismo: las dos cosas son inseparables”. Hace dos años, cuando aún era menor de edad y no había terminado el instituto, ya se estaba haciendo un lugar en el mundo del automovilismo. Arthur destaca no solo por su edad, sino también por sus vehículos, ya que lleva art cars al circuito. Ahora, además de estudiar, Arthur sueña con el automovilismo y espera poder correr algún día las 24 horas de Le Mans y conducir modelos históricos de época. A ser posible, un Porsche.

Al bajarse del 718 RSK, nos fijamos en la esfera TAG Heuer que lleva en la muñeca. Fue el único regalo que tuvo por su 18 cumpleaños. ” ¡Hacen buena pareja!”, nos dice refiriéndose a su reloj y a su Porsche. Hace una pausa y continúa: “A menudo comparamos el motor del 718 RSK con la relojería, por la cantidad de engranajes que tiene. Ya sea por su delicadeza, rendimiento o singularidad, están hechos el uno para el otro”. Aunque la Carrera Panamericana duró poco, el espíritu de la Carrera sigue vivo de la mano de este joven piloto, ya sea al volante o en la muñeca.