SAVOIR-FAIRE Savoir-faire suizo, capítulo cinco: El arte del montaje

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Le damos la bienvenida a la fábrica de TAG Heuer en La Chaux-de-Fonds, donde cada reloj TAG Heuer cobra vida.

Esta semana, le llevamos al interior de nuestra casa, la fábrica de TAG Heuer en La Chaux-de-Fonds. Un lugar idóneo para seguir explorando nuestro legendario savoir-faire.

Todos los caminos conducen a casa

La Chaux-de-Fonds es un lugar declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y basta con estar allí unos minutos para comprender el motivo. Esta ciudad, con su ordenado trazado de calles anchas y casas adosadas de estucho, parece un homenaje a la relojería. Diríjase a la rue Louis J. Chevrolet y observará un edificio de tres plantas de color blanquecino con una alta fachada en la que se lee la inscripción de TAG Heuer: Vanguardia suiza desde 1860. Se trata de la fábrica de TAG Heuer. Aquí se realiza el montaje de los diferentes componentes de nuestros relojes. ¿Recuerda las cajas, las esferas y los movimientos de nuestros talleres en Cornol, ArteCad y Chevenez? Aquí es donde se encuentran las diferentes piezas.

El espacio donde la magia se hace realidad

Entre en el edificio, pase por delante del museo de TAG Heuer y llegará al lugar donde se produce la magia. La amplia y espaciosa planta de montaje desprende un aire de tranquilidad. Los rayos de sol entran a raudales a través de las grandes cristaleras. Los expertos relojeros trabajan sentados en sus taburetes, con lámparas de mesa de largos brazos justo encima de sus cabezas. Todos trabajan meticulosamente. Unos 40 relojeros ocupan este espacio. No solo están altamente cualificados, sino que son polivalentes. De esta forma pueden cambiar de tarea con facilidad sin perder el ritmo. Hay pantallas que muestran los planos que deben seguir, para que sepan qué hay que producir y en qué momento hacerlo. La mayoría de los montadores trabajan en silencio y con las gafas puestas. Otros intercambian notas. Algunos estudian los planos en sus ordenadores para asegurarse de haber entendido bien los intrincados detalles. Todo funciona como un reloj.

Adentrémonos en los detalles

Son necesarios años de aprendizaje y perfeccionamiento para dominar el arte del montaje. Se necesita una mirada atenta, manos firmes y una comprensión absoluta de todos los elementos que intervienen en el proceso de la fabricación de relojes. Este savoir-faire cobra vida en la planta de montaje. Todo comienza con el minucioso trabajo de los relojeros en la esfera. Se necesitan pequeños toques, así como una aspiradora o un alfiler, para colocar las agujas y girar los vástagos hacia la posición correcta. A continuación, se utiliza una anilla para fijar la esfera al movimiento. La división entre las agujas debe ser perfecta, por lo que los relojeros cuentan con la ayuda de una máquina que ayuda a controlar la presión. En primer lugar se ajusta la aguja de las horas, después la de los minutos y, por último, el segundero. Hay que controlar y nivelar los espacios entre las agujas y su posición. Esta máquina se ilumina para indicar al relojero que hay una presión excesiva o insuficiente. La luz verde indica que la presión es ideal, mientras que la luz roja indica lo contrario.

El ensamblado

A continuación, se lleva a cabo el ensamblado o encajado. Los relojeros colocan las impolutas esferas en las cajas y aseguran el movimiento. También realizan pruebas de todas las funciones, como el cambio de fecha. El flujo de aire se comprueba mediante ventiladores superiores que expulsan el aire para evitar el polvo. Observar los pequeños detalles en los que se sumergen estos expertos resulta bastante absorbente. Cada proceso va acompañado de controles de calidad. Se comprueba la masa oscilante, así como la medición del movimiento desde el momento de su fabricación hasta la actualidad. Además, se inserta la anilla de la caja y se desarrolla el ensamblado de la caja central y el movimiento. También se prueba la reserva de marcha y…¡listo! La pieza montada está lista para continuar con las pruebas.

Pruebas por doquier

Cuando las piezas ensambladas superan las pruebas de los relojeros, pasan a una sala contigua para ser examinadas más a fondo. Esta sala contiene muchos relojes diferentes cuidadosamente colocados en contenedores, con moldes diminutos para cada pieza. Estos contenedores se introducen lentamente en recipientes especiales. Los recipientes pueden regularse a distintas presiones. De esta forma, cada pieza puede probarse para verificar su estanquidad y su resistencia al aire. En función de las especificaciones de cada reloj, los recipientes se ajustan a presiones más bajas o más altas. Se empieza por una presión más baja y se va aumentando hasta alcanzar el punto de presión previsto para el modelo. Después, las piezas se colocan en una placa caliente para simular la humedad. Cada reloj se impregna con una gota de agua para verificar que no se produce condensación alguna. Después del último control de calidad, las cajas de los relojes están listas para ser enviadas a otro taller, donde se les podrá colocar brazaletes o correas.

Una muestra del arte del montaje, directamente de la fábrica de TAG Heuer.