DEPORTES Nieve, pasión y emociones fuertes: descubriendo el freeride

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¿Qué pasa por la cabeza, el cuerpo y el corazón de un esquiador extremo? Wadeck Gorak, uno de los mejores freeriders del mundo, nos lo cuenta.

Un majestuoso paisaje blanco, una ladera de más de 3 000 metros de altura con barrancos verticales, un descenso que parece imposible para el común de los mortales, y una silueta negra que avanza a más de 100 km/h, salta, rebota, gira en el aire, acelera aún más… El freeride sabe cómo dejar sin aliento.

¿Qué pasa por la cabeza, el cuerpo y el corazón de un esquiador extremo? Wadeck Gorak, uno de los mejores freeriders del mundo, nos lo cuenta.

Plena libertad de expresión

La clave está en el nombre: un recorrido “free” simplemente consiste en ir a esquiar libremente donde se quiera, como se quiera. Para Wadeck Gorak, esto significa “dejarse llevar por las sensaciones, por cómo uno mismo se relaciona con la montaña, sin filtros y sin limitaciones. Es tener libertad de expresión plena sobre los esquís”. ¿Su sello personal? Impresionantes volteretas hacia atrás. Como la que contribuyó a su victoria en la final del Freeride World Tour en la mítica ladera de Bec des Rosses.

En forma de competición, el freeride se presenta de una manera un poco menos “libre”, pero manteniendo lo esencial: un punto de partida en una montaña y un punto de llegada, el objetivo de ir lo más rápido posible, de saltar las rocas más grandes y de hacer los trucos más espectaculares y originales, pero de la forma más pura y controlada posible. Todos estos criterios se utilizan para establecer una puntuación final y, por tanto, una clasificación mundial. “Podría decirse que es un poco como el patinaje artístico sobre hielo, pero en la montaña”.

Wadeck añade un tercer aspecto al freeride: la grabación. Para él, mostrar lo que se ama y transmitir esa energía es una parte integral del deporte. “La idea es compartir el placer que sentimos sobre los esquís y compartir la felicidad. Por ejemplo, grabamos en una cueva de hielo para el lanzamiento del Aquaracer Professional 200, y fue increíble”. De hecho, se inspiró en las imágenes de otros esquiadores de culto, como la voltereta hacia atrás de 22 metros realizada por el legendario Seb Michaud o, más recientemente, en las locuras de la increíblemente talentosa precursora Candide Thovex, que es tan freerider como camarógrafa.

Wadeck Gorak, esquiador profesional

Al principio, la montaña

Todos los freeriders tienen una relación muy estrecha con las montañas: en la mayoría de los casos, estas les han visto nacer, y son su fuente de inspiración, su fuente de recursos y donde encuentran sus mayores retos. Por su parte, Wadeck Gorak ya estaba en las laderas de los Alpes de Alta Provenza con solo 2 años, cuando no tardó en salir disparado hacia la cima en cuanto bajó de los hombros de su abuelo. “En la montaña, busco energía y sensaciones. Siempre vuelvo a ella para sentirme bien”. Por lo tanto, para él, proteger las montañas es vital. “Quiero que mis nietos puedan cruzarse con un ciervo que esté al lado de un camino, que les sorprenda una liebre, un lobo…”

La trayectoria de Wadeck es la clásica del freerider: infancia en una estación de esquí, práctica intensa del esquí alpino, paso al esquí freestyle para un enfoque más creativo y, finalmente, el regreso a las montañas que permite el freeride. “La ecuación del freeride es: montaña + freestyle + esquí alpino. El esquí extremo requiere habilidades de cada una de estas áreas”.

Por lo tanto, es imposible empezar directamente con el freeride. La peligrosidad inherente en esta disciplina hace que no solo se requiera tener un excelente nivel de esquí fuera de pista, sino también contar con una amplia experiencia y con una orientación profesional. “El peligro es real, especialmente para los jóvenes que quieren seguir a los más experimentados. Sé lo que es perder a un amigo en una avalancha. Así que no dude en preguntar. Incluso puede escribirme en Instagram“.

Wadeck Gorak, esquiador profesional

Entrenamiento durante todo el año

La rutina de entrenamiento de un freerider está marcada por las estaciones. De noviembre a finales de abril es el momento de esquiar, entrenar y, sobre todo, competir. Wadeck nos cuenta que pierde entre 4 y 5 kilos por invierno debido al ritmo intensivo. “Después, me tomo dos meses de vacaciones en los que no hago absolutamente nada, mi cuerpo se recupera y mi cerebro se relaja”.  

En junio, retoma las actividades deportivas en montaña, caminatas y ciclismo, sin hacer necesariamente ningún entrenamiento físico específico. Eso le toca en julio, cuando un preparador físico le entrena cuatro veces a la semana, incluso con el objetivo de ganar peso. A partir de octubre, trabaja más el cardio, el tono muscular y la propiocepción, es decir, la capacidad de conocer inconscientemente la posición exacta del cuerpo y de cada miembro. Una especie de sexto sentido que es esencial para la práctica del freeride, debido a que durante la carrera, todo es cuestión de reflejos. Las volteretas hacia atrás se practican en el gimnasio sobre una cama elástica.

Wadeck Gorak con el TAG Heuer Aquaracer Professional 200 (WBP2111.BA0627)

Quien dice freeride dice exploración

Sería un acto suicida lanzarse por una pronunciada ladera sin conocer las condiciones o el terreno. Para la competición, debido a la prohibición de esquiar por la ladera antes de su comienzo, los prismáticos y las imágenes de archivo son la única manera de prepararse. “Por más que se observe el tamaño de una roca a 300 metros, nunca se sabrá cómo se verá a 10 metros. Es necesario basarse en algo muy, muy evidente, porque la vista desde el frente no tiene nada que ver con la vista desde arriba. Esta es la gran complejidad del deporte”.    

Antes de la carrera, los abridores recorrerán los pasillos cercanos a las pistas para que los freeriders puedan evaluar la calidad de la nieve y encontrar la línea que más les convenga: la más original posible, pero también la menos peligrosa, siendo lo suficientemente osados como para ganar. ¡Todo un arte!

En la pendiente

Los momentos previos al inicio del descenso, o más bien de la “carrera”, son especialmente intensos. La gestión emocional es importante, especialmente en la competición, cuando la intensidad y la toma de riesgos son máximas. “A veces he pensado en la muerte en cámara rápida. La caída. El accidente. Los bomberos. El helicóptero. Y, de repente, vuelvo a la realidad, ya he visto lo peor que puede pasar, ahora puedo recuperar el control e ir a por todas”.

La emoción del freeride proviene de esta incertidumbre: siempre hay elementos desconocidos que no pueden controlarse. Por lo que hay que prestar mayor atención, estar muy atento a todos los elementos. Tanto los presentimientos buenos como los malos hay que tomarlos en serio, porque no se puede lograr esa mezcla perfecta de relajación y concentración con un excesivo miedo en el cuerpo. Y todo esto sabiendo que un simple error puede causar la muerte. “Son esos momentos de temor, de duda, los que nos mantienen vivos. Siempre hay que ser consciente del peligro”.

¿Y qué pasa durante el descenso? Los freeriders encuentran el placer puro y duro del logro. “En la final que gané, me sentí como si estuviera descendiendo por una pista verde en casa. Estaba tan concentrado que hice lo que quería hacer en la curva exacta, en el metro exacto. Todo parecía sencillo. Me sentía bien. Fue un momento de total fluidez, no importaba lo que decidiera, todo iba a salir bien”.

Wadeck Gorak, esquiador profesional

Una actitud

El freeride consiste en superar los límites, una y otra vez. “Soy competitivo desde niño. Pero siempre es una lucha contra mí mismo, siempre quiero superarme. No me veo viviendo de otra forma”.  

Esta actitud no siempre es fácil de aceptar para el entorno de los deportistas. Para Wadeck, lo bueno es que uno se vuelve más inteligente y experimentado con la edad. Hace unos años, sufrió un grave accidente mientras grababa en el que se fracturó ambas piernas. Solo dos meses después, volvía a los esquís, más humilde y decidido que nunca.

¿El sueño de todo freerider? Alaska. “Sueño con esas grandes pendientes con enormes cantidades de nieve, un campo de juego sin límites. Simplemente, expresarme y esquiar, sin darle más vueltas, solo vivir el momento presente”.

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