ESTILO DE VIDA El momento perfecto: Un día de San Valentín de ensueño
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Este año, nuestras libertades limitadas en el campo material han convertido la imaginación en un elemento clave con el que jugar, fantasear y soñar. ¿Por qué no imaginar pues una cita fantástica para memorar, sin restricciones de movilidad, con espacio, tiempo y presupuesto infinitos? Un día esta cita fantástica puede hacerse realidad, nunca se sabe. Estos últimos tiempos hemos llegado a la conclusión de que cualquier cosa es posible, tanto para bien como para mal. Y si se siente generoso, incluso puede escribir el programa de la cita a mano (¿se acuerda del papel?) en cuidada caligrafía y ofrecérsela a su pareja durante la caótica cena familiar (otra más). ¡Qué romántico!
Pero dejemos algo claro: nuestra cita de ensueño está especialmente concebida para los entusiastas de la relojería más acérrimos, cuya pasión compartida es la exploración del tiempo en todas sus gloriosas formas y para quienes la perfección de la medición del tiempo es una obsesión. Si su pareja no comparte la devoción por la sabiduría relojera, tendrá que utilizar su propia imaginación y dar con el objeto especial que impresione a esa extraña persona indiferente a la belleza relojera.
Desayuno en el Big Ben
Empiece este día de San Valentín con buen pie visitando el reloj más icónico de Londres, en el que podrá mirar fijamente a los ojos de su pareja con las campanadas resonando por todo Westminster. No olviden coordinar los relojes al segundo (una acción que despertaría un entusiasmo relojero digno de cualquier buen amante en la materia que se precie de serlo). A continuación, ahuyente el frío del febrero inglés con una taza de té fuerte de Yorkshire (saquen los cronógrafos: la infusión del té no debe superar los 4 minutos y 30 segundos) acompañado de un desayuno completo inglés en una cafetería típica londinense.
Próxima estación: Suiza
Es cierto: apenas acaba de sincronizar el reloj con la hora GMT, pero ha llegado el momento de dar un salto hasta La Chaux-de-Fonds y adelantar el reloj una hora para visitar el Museo Internacional de la Relojería. Admire el tríptico de extraordinarios frescos realizado por Hans Erni para la Feria Internacional de Bruselas del año 1958, que plasma momentos memorables de la relojería con ilustraciones de hitos históricos, técnicas y filosofía de la medición del tiempo. O bien explore el nuevo espacio de la exposición, dedicado al “femtosegundo”, es decir, la milbillonésima parte de un segundo o el margen de error de un reloj atómico.
Picnic en Monte Carlo y champagne en el podio
Ampliemos los límites de la imaginación un poco más: pongamos por caso que disfruta de toda la atención del príncipe Alberto II de Mónaco (quizás porque en el pasado le obsequió con un reloj especialmente extraordinario o con una isla, o porque una vez le contó un chiste que sigue haciéndole gracia) y éste decide convencer al Automobile Club de Mónaco para celebrar el Rallye Automobile Monte Carlo el 14 de febrero (a pesar de la cancelación del evento de 2021 por razones de seguridad). Después de salir hacia el sur de Francia en helicóptero, presencie la emocionante carrera —desde los mejores asientos y bien abrigado en piel (falsa)— y disfrute de un picnic de ostras heladas, carpaccio de atún, fresas silvestres y un oportuno affogato como colofón. ¡Y ya puestos, vayamos más lejos! Suba al podio y comparta la ducha obligada de champagne del vencedor al tiempo que se toma una copa (o dos) de Moet.
El té de las 5... en el futuro
Si no está muy alegre después de todo el champagne, dedique la tarde a disfrutar del primer viaje espacial público. No dejan de repetirnos que esto ocurrirá dentro de uno o dos años, así que, ¿por qué no adelantarse a los hechos? No será el primer aficionado relojero modélico en hacer este revolucionario viaje: John Glenn ya estuvo en una misión orbital alrededor de la Tierra con un cronómetro Heuer en la muñeca en el año 1962, convirtiendo esta pieza en el primer reloj suizo en ir al espacio. ¡Llévese el Carrera SpaceX Calibre 1887 para bordar la leyenda! Si teme que esta aventura le robe demasiado tiempo de su apretada agenda de San Valentín, no se preocupe: un cohete espacial tarda en ponerse en la órbita de la Tierra 8 minutos y 30 segundos. Este grado de aceleración sin duda hace que el viaje sea movidito, pero sabemos que le van las emociones fuertes, así que respire hondo, póngase el pelo en su sitio y tome un sorbo de té Darjeeling con una pajita mientras descubre la ingravidez al ritmo de Ziggy Stardust… y regrese para echar una siesta rápida en la estación espacial.
Estación principal de Dresden - Venice Simplon-Orient-Express por el Soñador
Cena romántica en el Orient Express
Después del sueño reparador, es hora de hacer las maletas de nuevo y de salir disparado hacia Venecia para subir a bordo del Venice Simplon-Orient Express. Confíe su equipaje al mayordomo de la Gran Suite y, mientras el tren acelera, póngase cómodo para disfrutar de una cena romántica de tiempos perfectamente cronometrados. Entrante: El Huevo Perfecto (5 minutos y 30 segundos); Plato: Filete de solomillo poco hecho (2 minutos y 45 segundos por cada lado); Postre: Souflé de chocolate fondant (11 minutos y 30 segundos exactamente). Un ágape rociado con una botella de Burdeos vintage de 1985; no solo elegida porque su año fue uno de los mejores para los vinos de la región, sino también por ser la fecha del renacimiento de TAG Heuer.
Pasajeros al tren para tomar un Martini sobre ruedas
Mientras se va alejando a toda prisa de las luces de la civilización y se adentra en la noche bajo un cielo claro coronado por una luna nueva de esperanza y salpicado de fulgurantes estrellas, déjese llevar por el ritmo de la música hasta el vagón-bar (bautizado afectuosamente como el “3674”), con decoración de la era del jazz, y disfrute de la serenata sentimental del talento musical de la casa. No hace falta consultar el reloj para saber que los tiempos están impecablemente cronometrados. ¡No nos diga que este no es un día de San Valentín perfecto! Después dicen que el romanticismo ha muerto…
Si tras este memorable y fantástico día, el Lord Byron que lleva dentro sigue sin darse por satisfecho, levante el listón romántico a cotas míticas y conviértase en un héroe relojero: obsequie a su afortunada pareja el precioso regalo del tiempo (y un impresionante reloj TAG Heuer que lo mida).
Nuestra guía de regalos para San Valentín
Para los apasionados: TAG Heuer Autavia
Este reloj automático de edición especial es una impresionante versión de la caja de Autavia redondeada de primera generación: lleva tres agujas de bronce y asas biseladas inspiradas en el diseño de los años 1960. Un bisel giratorio bidireccional rodea la esfera, cuyo intenso color rubí recuerda al de una rosa y aporta a la pieza tintes cargados de romanticismo. Los elementos más llamativos del modelo evocan la cabina de piloto y las aventuras históricas a través del tiempo y el espacio.
Para los audaces: TAG Heuer X Gran Premio Histórico de Mónaco
Reviva los recuerdos de la inolvidable aventura de San Valentín en Monte Carlo con este reloj en edición limitada que rinde homenaje a la colaboración entre TAG Heuer y el Gran Premio Histórico de Mónaco. El reloj, cuya producción está limitada a solo 1.000 ejemplares, destaca por su esfera exclusiva roja efecto “rayos de sol” y por la emblemática caja cuadrada de la colección TAG Heuer Monaco. Su hermoso y audaz diseño está animado por el movimiento de Manufactura Heuer 02 (con 80 horas de reserva de marcha), de extraordinaria precisión, dotado con un elegante cronógrafo.
Para los amantes del diseño: TAG Heuer Carrera
Esta elegante edición de diamantes y oro rosa de (18 qt 5N) del Carrera Lady incorpora una delgada caja de acero de 32 mm y un espectacular brazalete en forma de “H” con dos hileras exteriores de acero y eslabones centrales de acero y oro rosa. Esta refinada pieza despide el glamour de las estrellas de la gran pantalla y destaca por un sutil toque decadente del diseño clásico, inspirado en el espíritu audaz y la belleza de la Carrera Panamericana.
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