ESTILO DE VIDA En los Polos Norte y Sur, los exploradores establecen sus propios husos horarios

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Stephanie Vermillion Periodista y fotógrafa

Los Polos de la Tierra sirven de lección sobre el tiempo y de estímulo para explorar más allá del reloj.

Stephanie es una periodista y fotógrafa de viajes de aventura. Sus largos viajes a los confines de la tierra y los mares le han enseñado a percibir el tiempo de una forma muy singular. La revista The Edge se interesó por el concepto del tiempo en los Polos, donde hay épocas en las que nunca se pone el sol.

Nuestras vidas giran en torno a los husos horarios de la Tierra. Matemáticos e ingenieros crearon estas directrices para agilizar los negocios en los albores del ferrocarril, a finales del siglo XIX; sus propuestas dividían el planeta en 24 franjas de unos 15 grados de ancho en función de la posición del sol.

El invento de la hora sistematizó el tiempo en todo el mundo, pero hay dos lugares en particular donde el tiempo universal coordinado (UTC) estándar no significa nada: los Polos Norte y Sur.

 

Stephanie Vermillion

En los Polos no existen los husos horarios

Los husos horarios se basan en líneas longitudinales que convergen en los Polos Norte y Sur. Esto significa que en los Polos se encuentran todos los husos horarios, o ninguno. El hecho de que los Polos reciban la luz del sol de forma diferente a la mayor parte del mundo (más adelante hablaremos de ello) solo contribuye a la confusión horaria.

Aunque la idea de un lugar sin horarios fijos pueda parecer desconcertante, también es bastante liberadora. Los exploradores polares determinan y siguen sus propios husos horarios cuando viajan a estas zonas remotas de nuestro planeta. Y, aunque todavía no he atravesado los Polos Norte y Sur, eludir las estructuras del tiempo me ha ayudado a descubrir y a informar sobre algunas de las maravillas más surrealistas de la Tierra a deshoras.

Una aventura sin husos horarios

Muchos itinerarios de viaje giran en torno al día, pero mi obsesión temprana con las auroras boreales me ayudó a darme cuenta de cuánta magia se produce en las horas bajas de cada destino. Y ahora, he hecho de ello mi profesión.

Pensemos en el Amazonas. Aunque las excursiones diurnas muestran las maravillas del bioma, desde paseos en barca para ver bandadas de loros de colores hasta caminatas por las copas de los árboles para admirar su vida, la selva cobra vida por la noche, algo que aprendí de primera mano en la Amazonía ecuatoriana. Pasé una semana explorando la selva oscura: escuché los cantos de ranas y cigarras al anochecer, observé los ojos brillantes de los caimanes y las luciérnagas sentada en una canoa a la luz de la luna, y recorrí la selva entre osos hormigueros gigantes, tarántulas y serpientes (y muchos otros bichos que me veían, aunque yo no pudiera verlos a ellos).

Al igual que el bullicioso Amazonas, la vida marina no se ajusta a los estándares temporales humanos, y una inmersión para ver la migración vertical diaria lo deja claro. La puesta de sol indica a los bañistas que es hora de irse a la cama, pero en el mar, el color naranja que se desvanece marca el comienzo de la migración nocturna de miles y miles de millones de criaturas marinas. El zooplancton, los peces, las gambas y las medusas se elevan desde la tenue zona crepuscular del océano hasta la superficie del agua, donde se alimentan y descienden antes del amanecer. Este patrón de movimiento nocturno, equivalente a correr una carrera de 10 km al doble de velocidad que un atleta olímpico, solo es visible para los submarinistas dispuestos a saltarse los husos horarios y trasnochar en un viaje submarino iluminado con luz ultravioleta, disponible en todo el mundo, desde Florida hasta las Islas Cook.

Stephanie Vermillion

Luz extrema y oscuridad extrema

La convergencia de husos horarios no es la única razón por la que el seguimiento de las horas en los Polos Norte y Sur puede resultar desconcertante. También resulta peculiar el hecho de que el sol solo salga y se ponga en los Polos una vez al año, un fenómeno debido a la inclinación del eje de la Tierra.

En el Polo Norte, el Sol sale por el horizonte en el equinoccio de marzo. Se queda en lo más alto, creando 24 horas de luz, lo que se conoce como sol de medianoche, hasta el equinoccio de otoño de septiembre. En el Polo Sur ocurre justo lo contrario. Durante ese periodo de tiempo en el Polo Sur nunca sale el sol. La región experimenta lo que se conoce como noche polar. A partir de septiembre, el Polo Norte pasa a una oscuridad permanente.

Aunque los Polos experimentan las variaciones de luz solar más drásticas, el efecto se extiende por todas las regiones árticas. Las comunidades de lugares como el norte de Noruega y Alaska llevan mucho tiempo coexistiendo con estas épocas de luz y oscuridad. Cada vez más aventureros pueden disfrutar de las maravillas de las largas noches iluminadas, o de los atardeceres a todas horas.

La noche polar puede sonar inquietante, pero al contrario de lo que pueda parecer, es una de las mejores oportunidades para ver auroras boreales. A mediados de diciembre de 2019, visité Islandia en busca de auroras. Y, si bien el tiempo me deparó todo tipo de sorpresas, como que me vi atrapada no en una, sino en dos tormentas de nieve, incluida una que casi cerró el país, la falta de luz diurna me pareció igual de salvaje. En pleno día, el sol apenas rozaba el horizonte antes de volver a ocultarse bajo él.

Las largas horas de la noche se traducen en más horas para la caza de auroras, y ese es justo el motivo por el que tanto yo como un gran número de cazadores de auroras boreales hacemos el viaje a pesar de las escasas horas de sol. Aún más extremo es el caso de Svalbard (Noruega), uno de los lugares habitados más septentrionales del mundo, donde el invierno se vuelve y permanece tan oscuro que los cazadores de auroras pueden verlas incluso durante el almuerzo.

Stephanie Vermillion

Un reloj para vivir aventuras más allá de los husos horarios

Como he aprendido en docenas de aventuras crepusculares, explorar el mundo al anochecer requiere un equipo adecuado para ello. Ahí es donde entra en juego el TAG Heuer Aquaracer Professional 300. Este reloj deportivo y de buceo preparado para la aventura, impulsado por el Calibre 5 automático, cuenta con grandes agujas Super-LumiNova y una esfera fácil de leer incluso en las circunstancias más oscuras. Esto ayuda a no perder la noción del tiempo durante las caminatas nocturnas o mientras se buscan auroras boreales. El TAG Heuer Aquaracer GMT, que cuenta con un bisel de cerámica unidireccional y una escala de inmersión, es perfecto para las aventuras de submarinismo, ya se trate de una excursión diurna con tortugas marinas y peces de colores o de inmersiones nocturnas para contemplar la brillante e impresionante migración vertical diaria.

Stephanie Vermillion Periodista y fotógrafa

Stephanie es una periodista y fotógrafa de viajes de aventura. Sus largos viajes a los confines de la tierra y los mares le han enseñado a percibir el tiempo de una forma muy singular. La revista The Edge se interesó por el concepto del tiempo en los Polos, donde hay épocas en las que nunca se pone el sol.