Relojes Siguiendo la línea correcta

Watches & Wonders 2023

5 min

Robin Swithinbank Periodista y escritor

Seis décadas después, la inconfundible silueta del Carrera clásico se presenta con un diseño más definido que nunca

TAG Heuer Carrera (CBS2212.FC6535)

Al hablar con diseñadores —ya sean de relojes o de otros objetos— descubrimos que el momento de definir la silueta de un producto es un momento fundamental del proceso.

Cuando empuñan un lápiz y esbozan un diseño que se ajusta a preocupaciones prácticas como el precio y la utilidad, esperan que el resultado de su trabajo adquiera con el tiempo un valor que supere la finalidad original del producto. Confían en crear un diseño que sea reconocible al instante, un icono.

Podemos pensar en el Empire State de Nueva York, en las cafeteras Bialetti o en un Porsche 911. Es imposible que cualquier pequeño cambio estético en estos icónicos diseños pase desapercibido. Los tres presentan una forma que los diferencia de miles de ejemplos similares en el diseño de edificios, productos o automóviles.

Ahora bien, si la teoría es sencilla, la práctica es todo lo contrario. Por cada diseño icónico hay innumerables ejemplos que pasan al olvido con la misma rapidez.

TAG Heuer Carrera (CBS2210.FC6534)

De hecho, repasando la historia del diseño de relojes, solo encontramos un pequeño número de ejemplos de este fenómeno, ninguno con tanta trascendencia como el Monaco, el reloj de TAG Heuer con caja cuadrada y corona en el lado izquierdo.

Resulta bastante difícil especificar qué lugar ocupa el TAG Heuer Carrera en este contexto. No porque no se trate de un modelo icónico —no hay debate acerca de si debería formar parte del reservado grupo de diseños icónicos en la relojería— ni porque no tenga una silueta claramente definida.

Sin embargo, debido a que sus proporciones y volumen han servido de referencia para tantos otros modelos similares desde su presentación en 1963, su silueta no siempre despierta el reconocimiento instantáneo de un Aquaracer, un Silverstone o un Monza.

¿Y cómo se aplica esta teoría a los tres cronógrafos Carrera clásicos presentados recientemente en Ginebra?

TAG Heuer Carrera (CBS2212.FC6535)

Cada modelo cuenta con una esfera de gran belleza. Uno de los modelos presenta una esfera negra con subesferas plateadas “Panda” invertidas, otro cuenta con un deslumbrante tono azul y el tercero está equipado con un tourbillon que confiere a la esfera un espectacular efecto visual y técnico.

Pero, si los tapamos y dejamos que sus siluetas hablen por sí mismas, ¿qué vemos? Todos ellos presentan una forma redondeada de líneas fluidas que se prolonga hacia las asas. Estas se alejan elegantemente de la caja, rematadas con un par de pulsadores y una corona.

De perfil, cada modelo nos deja ver una caja de cristal de zafiro abovedada, otro de los rasgos distintivos del Carrera, y que evoca todo tipo de hipótesis románticas. En el sentido literal, las frenéticas carreras automovilísticas de las décadas de 1950 y 1960 que inspiraron el primer reloj; en un sentido más poético, el vergel relojero de las últimas seis décadas bajo el cristal del Carrera.

Y aquí está nuestra respuesta. De alguna manera, incluso a pesar de sus diferencias y de los amplios trazos que definen sus formas básicas, cada uno es claramente un Carrera. Sesenta años después, la silueta del TAG Heuer Carrera se presenta con un diseño más fluido —e icónico— que nunca.

Robin Swithinbank Periodista y escritor